Ya
era de madrugada cuando me encontraba agitando mis manos en toda dirección
posible. La agitaba para quitar ese zumbido que rondaba a mi alrededor y no ese
zumbido de la conciencia que todos hemos experimentado alguna vez, sino el zumbido
dos atroces criaturas, llamadas moscos. Su aleteo se podía escuchar tan fuerte que me causaba escalofrío cada vez
que pasaban por mi oreja. Angustiada y desesperada, no me quedó nada más que
levantarme de un brinco y correr por el largo pasillo de mi hogar, corrí lo más
rápido que mis pies pudieron y al llegar a la habitación de mi hermana, cerré
la puerta tan fuerte que la ventana retumbó. Entre justo en el momento
indicado, un segundo después y no lo hubiera logrado. El mosco se quedó afuera,
esperando entrar, nunca lo logró. Yo dentro de la habitación segura, me decidí acostar
y dormir, y así fue. A las 4:00am, al fín tenía la oportunidad de cerrar mis ojos
y descansar como se debe.
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